Reseña: DeathPath - Summoning The Beast

Importante zapatazo en la face el que nos ha dado el debut de esta peña, amigos. DeathPath, banda de reciente formación en Palma, ha estrenado este 2019 su primer trabajo de estudio, un LP poderoso, de puro Death Metal sin la más mínima floritura y jodidamente directo que ha sorprendido a más de uno en la isla. La banda nació allá por el 2016 y está compuesta por el vocalista de origen alemán Mario Christiansen (ex-Warsons) con Camilo Espina (Raknosis) y Frank Pietsch (ex-The Trauma) a las guitarras, Floren Betti (Brut) al bajo y Oskar Pelaez a la batería y su rollo no tiene secretos, son el camino del Death Metal de la vieja escuela, de sonido oscuro y sucio, rugoso cual papel de lija y sin pulir, manteniendo todo el encanto maquetero del sonido más primigenio del género. Eso es lo que ofrece esta peña, colega, lo tomas o lo dejas.

En el trabajo encontramos una formación furiosa, claros amantes de los sonidos extremos del Metal, que funcionan como una máquina bien compacta y engrasada. La base rítmica es la encargada de conducir el disco como su fuera una jodida tuneladora bien secundada por la maquinaria riffera de las dos guitarras, muy versátiles y gruesas, sacando algunos riffs realmente interesantes y todo liderado por la imponente figura de Christiansen, del que me da miedo decir algo malo porque como me calce media hostia me fulmina. Tampoco nos vamos a engañar, Summoning The Beast no viene a reinventar la rueda, en absoluto, alguno le puede reprochar falta de originalidad, pero bueno, yo soy de los que piensan que, si la haces rodar bien, no hace falta reinventar una mierda. 




Una vez nos metemos en el tema a tema, el disco abre con la primitiva Faceless Scum, que tal vez no sea el tema más logrado del álbum, pero ya muestra un buen arsenal de riffs que va a coger fuerza en las dos siguientes, Slavery, que con un aire medio thrashero agarra velocidad y te fulmina con un notable trabajo de Oskar a los parches, que se sale por todos los costados, y la cojonuda Revolution, ya mucho más elaborada, con buenos cambios de ritmo bien manejados y unas guitarras muy poderosas, que caen sobre el cabezón del oyente y lo revientan del todo con el solo del final. Continuamos con uno de los cortes estrella del disco bajo la humilde opinión del que les escribe, la ultramachacona Reborn In War, aplastante desde su inicio y marcada por ese ritmo pesado, grueso de pura vieja escuela, tronco, madre mía, si no te dejas las cervicales como unas maracas con este tema, yo ya no sé. Lo que hemos comentado arriba, que DeathPath no van a cambiar la historia del Death Metal pero sí que le van a rendir un homenaje a la altura de los grandes. En el tema a tema, el disco va sumando fuerza y calidad a medida que va avanzando tras un arranque extremadamente primitivo como Faceless Scum, que parece estar un escalón por debajo de gran parte del resto de la obra, pero que es un buen primer escalón para lo que va llegando después.

Violated Paradise, oscura como el sobaco de un grillo desde su tenebrosa intro y siguiendo con su lúgubre ritmo, a medio tiempo y muy pesado, One God Plague, con rollete americanizado/morbidangelesco, que nunca viene mal, y la megacafre Storm The Gates, acelerada de cojones, dejan paso a otra de mis predilectas, la anárquica Hunt Them Down, que va a su bola, es un ente con vida propia que cambia continuamente de forma a cada cual más salvaje antes de que el álbum cierre con el tema título, Summoning The Beast, un corte de casi siete minutos muy intensos, de nuevo con muchas variaciones de ritmo a cada cual más hija de puta, violenta de cojones y un final de alto octanaje para el disco.

La producción no es de las más pulidas de la historia, desde luego. El disco suena tremendamente guarro, pero empiezo a pensar que va un poco con el rollo de la banda, lo suyo es el old school con sus pros y sus contras y, a su vez, agradezco que hayan evitado buscar adornos o ayuditas digitales para, en su lugar, ofrecernos un material cafre, honesto y que homenajea a aquellos que empezaron este estilo. A partir de ahí tenemos un disco que presenta todo lo correspondiente a las raíces más burras y cafres del género ofreciendo nueve temas que, si de algo no carecen, es de mala uva y buena elaboración. Al final queda un buen trabajo, muy disfrutable para los amantes del Death Metal más puro, y que cumple perfectamente el objetivo de poner a DeathPath en el mapa.

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