Reseña: Stained Blood - Nyctosphere

Pffff, colega, no hace falta que te pongas casco, armadura o que te cubras las pelotas como un defensa en la barrera de una falta que va a tirar Roberto Carlos. Puedes usar todos los EPIs que encuentres, que Stained Blood les da igual, van a dejar tus huesos al aire y no se lo vas a impedir. ¿Por qué? Vamos a ver, llevan desde 2006 haciendo Metal Extremo en una escena jodidamente desagradecida como la nuestra, tronco, están cabreados y mucho y te lo van a demostrar con Nyctosphere, su tercer trabajo de larga duración. Tras una época jodida, con su vocalista y su guitarra marchándose pese a haberse pateado Europa presentando su anterior y poderoso trabajo, la banda de Sant Boi da otra vuelta de tuerca a su sonido para presentar un Black-Death descarnado, furioso, avasallador, lejos del Death más canónico de su anterior Hadal y lejísimos del rollo más Deathcorero que poblaba su inicial One Last Warning, un salto de sonido que les ha permitido alcanzar unas cotas de brutalidad pocas veces vistas y que se muestra como el abominable ente de la portada (obra de su nuevo vocalista), que ni te mira pero cuyos ojos acojonan, te adentran a un vacío desesperado y te atrapan sin que puedas resistirte.

Grabado y mezclado en los Moontower Studios del gran Javi Félez, siempre certero, y masterizado por Jaime Gómez Arellano en sus estudios de Londres por los que han pasado trabajos de Ghost, Paradise Lost o Cathedral, este nuevo trabajo nos presenta la vertiente más cruda y dolorida de la banda. Un rollo tirando más a lo existencial, a lo profundo, a lo emotivo y a partirte la puta boca como los llames moñas. Porque tronco, moñerías no hay, hay guitarras frenéticas, hay un vocalista como Narcís Boter que debuta atravesándote el cráneo, hay ritmos aplastantes, hay de todo y todo bueno. Busca, compara y, si encuentras algo mejor, te lo metes por el culo. Esto es Stained Blood y viene a por tu alma. Avfall se inicia con una intro cedida por Noir Noir, reconocido artista del Drone, y empieza con la avalancha sónica que continúa la poderosa Century to Suffer, que continúa por donde lo dejó la anterior para atronar con un Narcís Boter fuera de sí en todo momento. Una de las claves del disco es la atmósfera que lo envuelve. No todo el mundo logra crearla, al final esto son cuatro instrumentos conjuntados para sacar canciones y no siempre se logra generar un ambiente que las envuelva a todas como a una sola, pero estos tipos lo han conseguido. El disco entero huele a oscuridad, a dolor, a furia y opresión. Todo lo que quieren transmitir con sus ritmos, letras y pensamientos, te lo transmiten a ti que lo estás oyendo y, tronco, si no te dejas atrapar, es que a tu alma le hace falta pasar por el taller.



The Lightless Walk sigue por la vertiente abrasiva, pero te permite respirar en un pasaje central jodidamente currado, a diferentes niveles como un valle petado de azufre sacado del infierno, antes de volver a encarrilarse al final con un Salvador d'Horta (batería) excepcional. Temazo acojonante, tronco. Shrines Of Loss, con su currada intro y un ataque de virtuosismo general, se muestra poderosa y deja paso a Winterflesh, con una tétrica intro que firmaría King Diamond para su Abigail XVII y que abre paso a más palizas sónicas antes de que Drowned se tire once minutazos para cerrar el disco ofreciéndote el tema más ambicioso de la carrera de Stained Blood. Una intro inquietante, a lo Cult Of Luna, un rollete así como con aires Sludgeros que igual he percibido yo solo porque sí, deja paso a un tema que te lleva a visitar algunos de los pasajes más oscuros del interior del ser humano, con diferentes variaciones de intensidad bien encajadas la una con la otra y que sirve de guinda perfecta al álbum.

Nada, colega. Un discazo. Stained Blood llevan más de diez años partiéndose el lomo por la escena extrema y ahí siguen, sacando el que posiblemente sea el mejor disco de su carrera y saliendo a Europa a defenderlo con los huevos de hormigón. Nyctosphere es un trabajazo frenético, duro y bien elaborado de unos tíos que pasan de enroscarse en un sonido y, al igual que tú no escuchas lo mismo que hace diez años, ellos seguramente tampoco pero, lo que han sido, lo que son y lo que serán se conjunta en un trabajo magnífico que merece ser escuchado una y otra vez. Discazo y punto.

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